Desove de tortugas lora: un ritual milenario que Costa Rica busca proteger

La luna empieza a menguar pero su luz es aún brillante en el horizonte de Playa Hermosa, en el Pacífico Central de Costa Rica, alcanzando a dibujar entre la oscuridad la silueta de una tortuga lora (Lepidochelys olivácea) que se dirige exhausta hacia el mar luego de su labor de desove.

Raúl Fernández, uno de los diez guías turísticos certificados que realizan tours dentro del refugio, lo explica muy bien. Se trata de un ritual silencioso que las tortugas marinas han practicado por miles de años, pero también es muy selectivo: de cada 1000 tortuguitas que nacen, solo una logra sobrevivir y llegar a la edad adulta.

 

Como si fuera poco, pasan todavía 45 años desde su nacimiento hasta que la hembra regresa a la misma playa que la vio nacer, para dar vida y repetir el ciclo varias veces en un intervalo de dos años.

En la misma playa, al amanecer, decenas de tortuguitas rompen el cascarón o son liberadas gracias a la existencia de un vivero manejado por las autoridades del refugio, comenzando, así, su recorrido hacia el mar.  La lora es una de las seis especies de tortugas marinas que desovan en las playas costarricenses.

Su desove sucede de julio a enero todos los años en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Playa Hermosa-Punta Mala, el sitio más importante para la tortuga lora en el Pacífico Central del país. Allí las tortugas marinas, que arriban en solitario al contrario de sus equivalentes del Pacífico Norte, que lo hacen en grandes arribadas, comparten la playa con surfistas y la comunidad local, ya que este sitio representa también un punto turístico de gran importancia.

En las inmediaciones del refugio se encuentran tanto quienes protegen a las tortugas, como es el caso de los guías de turismo locales, pero también quienes saquean sus nidos en busca de huevos que venden ilegalmente. En cada anidada son depositados más de cien huevos. Asimismo, se empiezan a ver signos de una amenaza mayor que se intensifica: el cambio climático.

De acuerdo con el biólogo Jairo Sancho, del Sistema Nacional de Áreas de Conservación del Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE), el cambio climático provoca la inundación y erosión de las playas de anidamiento, reduciéndolas cada vez más; altera las corrientes marinas que emplean las tortugas para desplazarse y orientarse en el océano e, incluso, crea un desequilibrio en sus poblaciones, ya que la temperatura de la arena define el sexo de los neonatos, privilegiando el nacimiento de hembras con un calentamiento mayor.

“Si la temperatura sigue aumentando, ni siquiera serán posibles los nacimientos, poniendo en dificultades a una especie que logró sobrevivir incluso a la extinción de los dinosaurios, quienes fueron sus contemporáneos”, señala Sancho.

Ante este panorama, es necesario redoblar esfuerzos. Costa Rica, un país reconocido por tener protegido en parques y reservas un cuarto de su territorio, sabe que tiene que tiene que conservar también su biodiversidad frente a todo tipo de amenazas, incluyendo el cambio climático.

Adaptando la biodiversidad

De acuerdo con Mario Coto, director técnico del SINAC, el país ha sido pionero en el desarrollo de una estrategia de adaptación al cambio climático para el sector biodiversidad, que, entre otras cosas, brinda pautas para el monitoreo y analiza los distintos escenarios climáticos con el fin de tomar acciones. Entre estas se considera la restauración de playas o el manejo de refugios climáticos, que son sitios que por sus condiciones especiales favorecen una mejor adaptación de especies.

Sin embargo, la falta de recursos financieros y humanos hace que para el SINAC sea misión imposible atender todas las necesidades que esto significa.

De ahí que el país esté apuntando hacia las alianzas público-privadas como un modelo a seguir y, con ello, lograr también una mayor concienciación y apoyo de la ciudadanía, según sostiene Coto.

Es por eso que recientemente fue firmado un decreto ejecutivo denominado: “Reglamento para el Desarrollo, Fomento y Gestión de las Alianzas Público Privadas para el Desarrollo en el Sector Público”, que busca complementar el ordenamiento jurídico costarricense aplicable al sector público para el desarrollo, fomento y gestión de este tipo de alianzas, así como la puesta en marcha de una estrategia que le permita al SINAC definir la dirección y el enfoque bajo el cual se tomarán las decisiones de la articulación público-privada.

Una de estas iniciativas se lanzó el pasado 20 de setiembre en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Playa Hermosa-Punta Mala, la cual representa la primera alianza público-privada en el campo de la educación y conservación de los recursos marinos, liderada por el Departamento de Participación Ciudadana y Gobernanza del SINAC, Ferretería EPA y Fundación ALIARSE, con con el apoyo de la Fundación Amigos Isla del Coco (Faico) y la Agencia de Cooperación Alemana (GIZ).

Como parte de esta iniciativa, los clientes de EPA realizan aportes voluntarios al momento de su compra, que aportarán recursos para la educación y preservación de los recursos marinos en el Parque Nacional Isla del Coco y el Refugio Nacional de Vida Silvestre Playa Hermosa- Punta Mala, con la meta de alcanzar US$100.000 hasta el 31 de diciembre.

Iniciativas como estas las visualiza el país como una oportunidad de alcanzar las metas de conservación establecidas en la Estrategia Nacional de Biodiversidad, gracias al trabajo colaborativo entre los sectores público, privado y organizaciones de la sociedad civil.

Entre tanto, las tortugas lora continuarán llegando silenciosas año con año a desovar, esperando cumplir, a pesar de todas las dificultades, con la tarea sublime de preservar la especie.

Artículo publicado en LatinClima el 22 de setiembre de 2019

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